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viernes, 4 de julio de 2008

Norberto Galasso Historiador y ensayista. Sobre el lockout patronal.




Lo histórico y lo actual Por Norberto Galasso.


Frente a los acontecimientos que suceden en relacióncon el campo, ocurre que el ciudadano común sepregunta a veces inocentemente: ¿cuál es la razón porla cual tanto el gobierno de Perón como el actual seatribuyen el derecho de quedarse con una parte de lasutilidades que provienen del "esforzado" trabajo delmundo agropecuario? Reside aquí una de las tantastrampas de nuestra historia y de nuestra política. Seoculta que el negocio agropecuario, en cualquier partedel mundo, tiene una renta, una ganancia, normal ypropia del capitalismo en que se vive, pero queademás, en la Argentina tiene una superganancia -queha sido llamada con razón "renta agraria diferencial"-y es sobre esta que se produce hoy la acción delGobierno. Esto se origina en que el campo argentinoposee una fertilidad asombrosa -una capa de humusimportante que lo convierte en las praderas másrendidoras del mundo y también un clima propicio queevita gastos en tinglados y otros medios de proteccióndel animal-. En su momento, Federico Pinedo sostuvoque en Argentina producir un kilo de carne costabaocho veces menos que producirlo en Francia. Añosdespués, Scalabrini Ortiz sostuvo que esa relación erade 1 a 5. De uno u otro modo, esto significa que enrelación con los precios del mercado mundial, losproductores argentinos -salvo aquellos expoliados poraltos arrendamientos y con menor productividad por laextensión de campos marginales- obtienen, cuandovenden al exterior, no sólo ganancias normales, sinotambién esas "rentas diferenciales". Por esta razón,cuando Perón les quitaba una parte de la rentadiferencial a través del IAPI y el control de cambios,o ahora el Gobierno, a través de las retenciones, nocaen en pérdidas ni dejan de producir, lo cualocurriría si no existieran esas condicionesexcepcionales del campo argentino. Esta situación setorna fabulosa cuando, además de la renta agrariadiferencial, los precios internacionales se desbordanalcanzando valores asombrosos como últimamente, porejemplo, con la soja.En la estrecha mentalidad rentística y parasitaria delos dueños de los campos todas esas ganancias, lanormal, la diferencial y la proveniente del preciointernacional, les pertenecen a ellos por un regalo deDios, o de la naturaleza, como usted quiera. Paraellos, esa ventaja excepcional no es de la Argentina,sino únicamente de ellos, porque sus antepasados hansido los "avivados" de la enfiteusis rivadaviana o losamigos de Anchorena y Mitre, robándoles la tierra alos gauchos, como denunció Hernández, o pagando atanto la oreja de indio para quedarse con las inmensasestancias del sur. En esa vieja historia delatrocinios están fundados los reclamos de hoy, queson latrocinios también y que, a su vez, salvo rarasexcepciones, tienen empleos parasitarios que ellosmismos reconocen hoy cuando dicen que el número decabezas de ganado es el mismo de hace muchos añosatrás, pero que, desgraciadamente, los argentinossomos más y les restamos los saldos exportables. Poreso quieren exportar sin que les toquen los preciosaltísimos y, al mismo tiempo, vender internamente aesos mismos precios. A todo este panorama se suma eltrasfondo político del movimiento: suponen que concacerolas pueden hacer lo mismo que hizo el pueblocontra la entrega y la impotencia de De la Rúa, peroen eso también se equivocan. Vivimos otros tiempos yel viejo mundo va quedando atrás indefectiblemente.*

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